1995/ Sobre la resaca del ser (fragmento)
El siglo v en el XX y las alucinaciones son innumerables. Las
palabras llueven como estrellas pálidas dentro de una taza de papel y Pienso.
Entonces. En las últimas palabras de los cadáveres que salieron anoche en la
tv. En la mirada de los perros con legaña del parque universitario. En la noche
desarticulándose en la inexplicable emoción de estar angustiado sobre los
cuerpos amargos a quienes lloro siempre los acordes de mi existencia. En la
moda de los países bajos y en las imágenes desnudas de los calendarios.
Pienso entonces en ellos. Mientras los cometas moribundos
recorren la línea de mis manos.
Y me dicen:
Pienso.
Entonces. Soy el sarcasmo del tiempo y sus silencios rodando como una multitud
de islas enfurecidas bajo el vientre de la noche.
Pienso.
Entonces. Soy la serenidad del tiempo y sus latidos rodando como partículas de
tristeza sobre el asfalto.
Pienso.
Entonces. Soy la brevedad del tiempo y su cabeza rodando como un trocito de
tierra hacia el crepúsculo de las escaleras.
Existo. Entonces. Pienso en mis amigos y en los humos que
aspiramos de aquellas plantas coloridas como una manifestación contra las aves
que duermen en los cables de luz. En la muerte como una flor roída que esconde
sus pétalos desde la vez que intentó reconciliarse con este siglo. En el
vientre incierto de la realidad. En la genealogía de las estrellas tatuada en
la frente de los árboles. En los anuncios publicitarios de un poema y en sus
luces parpadeantes (como un niño con cabeza de caballo tocando el saxo junto al
río antes de ser atravesado por una de las aristas del mundo). En el universo
derritiéndose a causa de los fumadores de crack (Siempre negaré que aquel
universo líquido y yo tengamos algún parecido).
Y en todo caso. En la vez que me aferre desesperadamente a
los ojos de E. y cantamos No Surprises bajo
el cielo y sus nubes con tuberculosis. En 111111 y el roce de la luz con los
sueños. En 777777 y el encanto deshojándose sobre una vieja casa abandonada en
medio del desierto. En esos días a eso de las 2:30 cuando M. reescribía los
misterios de Eleusis bajo el techo despintado de nuestro cuarto. Porque decía
que toda reescritura era también. Inevitablemente. Otra manera de cantar el
mundo. Otra manera de bailar el mundo. Otra manera de acariciar y de hacerle el
amor al mundo. Porque decía que toda reescritura era también. Un parque con
niños jugando en los columpios que sostienen el astro-rompecabezas. Un
desabotonarnos el alma mientras vamos penetrando en esa selva de arenas
movedizas que es la vida.
Bien cox xd
Bien cox xd