• Jorge Rengifo

    Jorge Rengifo A. (Lima, 1995); Estudiante de Filosofía de la Universidad Mayor de San Marcos. Forma parte del consejo editorial de la Revista Poesía Sub25. Es cofundador del círculo de estudios Numen (dedicado a revalorizar y reafirmar los saberes tradicionales andino-amazónicos del Perú). Tiene textos esparcidos en Web’s como: Transtierros. Fantastic Plastic Mag. Ciudades esqueleto. Err- Magazine. Niño sobredosis, entre otros. Ha publicado en el número 7 de la Revista de Hibridación y sobreexposición literaria Mutantres y en la Antología poética 90 Revoluciones (Ecuador, 2015). Actualmente trabaja en su primer poemario (de donde se desprenden estos fragmentos). Se declara abiertamente militante de la interculturalidad y de la vida.
     


    1995/ Sobre la resaca del ser (fragmento)

    El siglo v en el XX y las alucinaciones son innumerables. Las palabras llueven como estrellas pálidas dentro de una taza de papel y Pienso. Entonces. En las últimas palabras de los cadáveres que salieron anoche en la tv. En la mirada de los perros con legaña del parque universitario. En la noche desarticulándose en la inexplicable emoción de estar angustiado sobre los cuerpos amargos a quienes lloro siempre los acordes de mi existencia. En la moda de los países bajos y en las imágenes desnudas de los calendarios.
    Pienso entonces en ellos. Mientras los cometas moribundos recorren la línea de mis manos.
    Y me dicen:
    Pienso. Entonces. Soy el sarcasmo del tiempo y sus silencios rodando como una multitud de islas enfurecidas bajo el vientre de la noche.
    Pienso. Entonces. Soy la serenidad del tiempo y sus latidos rodando como partículas de tristeza sobre el asfalto.
    Pienso. Entonces. Soy la brevedad del tiempo y su cabeza rodando como un trocito de tierra hacia el crepúsculo de las escaleras.
    Existo. Entonces. Pienso en mis amigos y en los humos que aspiramos de aquellas plantas coloridas como una manifestación contra las aves que duermen en los cables de luz. En la muerte como una flor roída que esconde sus pétalos desde la vez que intentó reconciliarse con este siglo. En el vientre incierto de la realidad. En la genealogía de las estrellas tatuada en la frente de los árboles. En los anuncios publicitarios de un poema y en sus luces parpadeantes (como un niño con cabeza de caballo tocando el saxo junto al río antes de ser atravesado por una de las aristas del mundo). En el universo derritiéndose a causa de los fumadores de crack (Siempre negaré que aquel universo líquido y yo tengamos algún parecido).

    Y en todo caso. En la vez que me aferre desesperadamente a los ojos de E. y cantamos No Surprises bajo el cielo y sus nubes con tuberculosis. En 111111 y el roce de la luz con los sueños. En 777777 y el encanto deshojándose sobre una vieja casa abandonada en medio del desierto. En esos días a eso de las 2:30 cuando M. reescribía los misterios de Eleusis bajo el techo despintado de nuestro cuarto. Porque decía que toda reescritura era también. Inevitablemente. Otra manera de cantar el mundo. Otra manera de bailar el mundo. Otra manera de acariciar y de hacerle el amor al mundo. Porque decía que toda reescritura era también. Un parque con niños jugando en los columpios que sostienen el astro-rompecabezas. Un desabotonarnos el alma mientras vamos penetrando en esa selva de arenas movedizas que es la vida.

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